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Estamos en Paris, año 1921, Navidad.
Muere Teresa Wilms Montt, poetisa, luchadora feminista, admirada por los grandes poetas de su generación como Vicente Huidobro, Ramón del Valle Inclán y Víctor Silva entre otros.
Tiene 27 años y, en la flor de la belleza y juventud, una fuerte dosis de veronal apaga un alma desesperada de angustia y soledad. En el hospital Laenec de París aún retumban sus últimas palabras, “Morir después de haber sentido todo y no ser nada”, triste despedida de una existencia arbitraria, caprichosa y de un talento sublime.
Un alma sensible que supo experimentar sensaciones a las que otras mujeres no se han atrevido o que ni siquiera han intuido: