Estamos en Paris, año 1921, Navidad.
Muere Teresa Wilms Montt, poetisa, luchadora feminista, admirada por los grandes poetas de su generación como Vicente Huidobro, Ramón del Valle Inclán y Víctor Silva entre otros.
Tiene 27 años y, en la flor de la belleza y juventud, una fuerte dosis de veronal apaga un alma desesperada de angustia y soledad. En el hospital Laenec de París aún retumban sus últimas palabras, “Morir después de haber sentido todo y no ser nada”, triste despedida de una existencia arbitraria, caprichosa y de un talento sublime.
Un alma sensible que supo experimentar sensaciones a las que otras mujeres no se han atrevido o que ni siquiera han intuido:
“Las imágenes invaden mi mente sin pudor, veo cosas en mí que no conocía, que me hacen estremecer .Quiero ser la otra, la que nadie ve,…… mi necesidad de erotismo crece, mi fantasía me lleva por extraños caminos. Tengo ansia de sexo, nadie lo entendería”.
He aquí la delicada sensibilidad y erotismo de una mujer que se está descubriendo como tal. Ella busca a la otra, a la que nadie ve, mezcla de erotismo, seducción y pasión por lo bello y lo desconocido. Se anima a penetrar en el misterio de su femineidad.
Pero a la par que se lanza en esa búsqueda, una abismal melancolía tiñe de muerte el camino en el que sus delicados pies y su frágil figura van dejando su estela. Esta melancolía horada su vulnerable corazón, pero ella persiste en buscar lo que nunca encontrará, ya que nadie podrá saber cuál es la llave para entrar en su alma ávida del amor que rechaza. Teresa desea sentir “el miedo delicioso de lo inesperado”
Según Gustavo Balmaceda, su marido, con quién se casa a los diecisiete años, “Teresa es bella como el pecado mismo”.
Sin embargo, la dificultad para adaptarse a la rutina de lo cotidiano y sus ansias de volar despertaron los recelos del marido: “Gustavo sospecha que cabalgo por burdeles y cantinas, algo se ha perdido en él, ya no lo entiendo ni me entiende”
Teresa proviene de una familia influyente de la elite mercantil y política de Chile. Desde pequeña se manifestó contraria a los valores y enseñanzas de su clase, que encerraban y acorralaban su espíritu audaz y creativo, dueño de una increíble sensualidad.
Su amistad con poetas como Víctor Domingo Silva, su necesidad de adentrarse en espacios hasta entonces reservados sólo a los hombres, sus inquietudes estéticas, sus ideales feministas y anarquistas plasmados en su admiración por la feminista Belén de Zárraga, además de su espíritu aventurero, despertaron los celos del marido y socavaron el matrimonio que ya había florecido en dos hijitas Sylvia y Elisa.
Durante el matrimonio, sostuvo una fallida relación con Mariano Balmaceda, primo de Gustavo, que la abandona luego de seducirla. Teresa es recluida con la aprobación de sus padres, en el convento de La Preciosa Sangre, por decisión de un tribunal familiar reunido para juzgar y castigar su infidelidad, siendo además privada totalmente de la tutela de sus hijas, que pasa a la familia paterna.
“Así es la justicia con la mujer, castigada por no seguir al rebaño. Mi suegro sabe de las infidelidades de Gustavo pero a él lo celebran y a mí me condenan”.
Siente en carne propia la injusticia de la cultura machista, condenadora de la sensualidad femenina que por un lado anhela y por otro denigra. En efecto, Gustavo Balmaceda, que tanto la juzgó y la privó del amor de sus hijas, estuvo ligado a ella hasta el final, para reprocharle sus aventuras amorosas pero al mismo tiempo para estar pendiente de ella y sus encantos hacia otros hombres.
Teresa amará a Mariano Balmaceda, el único hombre que la despechó y por el que estuvo dispuesta a dejarlo todo, hasta a sus hijas. Vemos acá retratada su alma enferma de desolación, vacía, con sus alas rotas por su inclinación hacia el que la abandona.
“Mariano me confunde, es vividor, mujeriego, sabe como conquistarme, y vuelvo a él sin darme cuenta…….hemos decidido huir juntos……es tremendo sentir que mi amor por ti es más fuerte que mi amor materno”.
Desafiando a los Balmaceda, y a las autoridades eclesiásticas del convento en el que fue recluida por esta relación con Mariano, un muy joven Vicente Huidobro tentado por la belleza y seducción de Teresa, la rescata del terrible encierro y juntos huyen hacia a Buenos Aires.
Otro de sus amores fue el joven argentino Horacio Mejías, a quien Teresa bautizó como Anuari, “una estrella grande e insondable”
En su maravillosa oda” Anuarí “, intenta despedirse de su enamorado, que se suicidó por no poder poseer a esa mujer errante, y desesperada.
Cuando conoce a Mejías, nos cuenta: “este seductor que insiste en buscarme es bello, aristocrático, bohemio”.
¿Qué hombre no caería seducido por el poema que Teresa le regaló la primera vez que lo vio?
“Dos senos de inquietante blancura,
Dos ojos lúbricamente embriagados,
Una mano audaz de sensualidad
Se cruzaba en mi camino,
Soy el erotismo, ven”.
Cuando antes de suicidarse Anuarí le pide apasionadamente a una lánguida y derrotada Teresa, “déjame darte la vida, cásate conmigo” ella lo rechaza: “El no entiende que estoy medio muerta”.
Y luego del suicidio del joven, ella nos dirá:
“Detrás de este joven apasionado había un niño angustiado, era un hombre de secretos y no me di cuenta. No fui capaz de ver como la muerte lo acechaba. La poesía y la vida mezcladas para siempre en tu muerte. Tu cuerpo se aferró a mi espanto”.
Este joven, en tanto muerto, será para siempre el amor insondable de Teresa.
He aquí su gran drama. Caprichosa, con un talento deslumbrante, sólo podía amar imposibles, redoblando su melancólica soledad. En sus propias palabras: “Dicen que vivo histérica y lloro en literatura. No hay médico en el mundo que diagnostique mi mal, histérica dicen unos, otros hiperestesia. Palabras, palabras, ellas abundan en la ciencia. Sólo existe una verdad tan grande como el sol: la muerte”
Privada casi definitivamente de acercarse a sus hijas, trata de sobrellevar esa pérdida:
“Muchas veces mi cabeza domina mi alma, tengo más cerebro que corazón. Escribo para desprenderme de todo sentimiento. Huiré lejos donde no puedan alcanzarme los recuerdos y los remordimientos”.
En nuestro país tiene un gran suceso literario. Sus” Inquietudes Sentimentales” gozan de un éxito arrollador. Lo mismo ocurre con” Los Tres Cantos” trabajo en el que exploró el erotismo y la sensualidad. La oda Anuarí es realmente conmovedora, aunque parece preanunciar el fin cercano de la poetisa.
Mientras el reconocimiento golpea a sus puertas, ella abusa del veronal.
“Soy una mujer que nunca ha saciado la sed de amor que la devora”. Justamente, su sed de amor la devora y la lanza por los oscuros laberintos de la depresión sin poder disfrutar de todo los dones con que la vida la ha distinguido. “Esas dos campanadas cayeron en mi cerebro como el anuncio del juicio final, las paredes destilan gotas de tinta roja. Quisiera vivir y en ansia de poseerlo todo, quisiera morir”.
En su bella prosa, la muerte se cuela a cada instante: fue esposa sin marido, amante sin amado, madre sin hijos. Solo la muerte o el abandono atraían sus claras pupilas transparentes.
En la película “ Teresa , crucificada por amar” que realizó la cineasta Tatiana Gaviola, esta heroína trágica es presentada como totalmente rechazada por Doña Luz, su madre.
“Si sólo supiera lo que ve cuando me mira mamá, entendería lo que soy. Creo que mi mirada la perturba y a mí tampoco me gusta la suya”
Y en boca de su madre pone estas palabras: “No volveré a ver a Teresa. Los Montt siempre hemos mantenido la tradición. Nadie más que una madre sabe cuando un hijo le sale distinto. Habla, piensa, sus gestos son distintos, todo en ella es ajeno. Su mirada está perdida, lejos de nosotros, la he escuchado en sueños maldecir el día en que nació…..Maldita”
En otro momento, esta madre sentencia: “Perdiste a tus hijas por andar revolcándote como una cualquiera”.
¿Será este amor materno que no recibió lo que signó una búsqueda empecinada y ciega de lo imposible? La vida pródiga en dones para con ella no le resultó suficiente.
Teresa sale al mundo desde el hogar que le brindó Balmaceda y empieza una trágica búsqueda de amor. Una búsqueda insaciable que arrasará con su joven vida.
Sin embargo, es una heroína que lucha contra los prejuicios sociales hacia la mujer, que enfrenta al mundo, que defiende ideales de anarquismo y feminismo. Muchos motivos para vivir…
Teresa se despide del mundo:
“Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Grande entre lo pequeño, y pequeña ante lo infinito. Ya no tengo camino, mis pies heridos de vagar, no conozco la verdad y he sufrido. Nadie me amó. Soy el genio de la nada. Vacía está mi mente, hueco mi corazón”.
Sus palabras son el reflejo de la intensidad con que vivió y sintió.
"Mi pluma tiembla en la mano de rubor, mi corazón llora con el llanto de un criminal cobarde ante el patíbulo. No sé de mi existencia más que por un profundo sentimiento de hastío. Sí, me voy. Ya no espero nada. Seré un autómata, seré una miserable ruina ambulante, seré una maldición viva”
¿Qué quiere una mujer?
Pregunta Freudiana que la trágica historia de esta joven nos relanza al corazón del enigma.
No cabe duda nuestra heroína padece de un querer ser amada, pero ¿Busca amor?
Esta joven nos describe bella y poéticamente los estragos de la histeria y la melancolía que la separan de su deseo y de sus potencialidades, y la arrojan a una posición de objeto sin fuerzas para luchar por lo suyo, sus hijas, su literatura, sus ansias de amor, para decirlo todo, su Vida.
Ella sabe de lo que quiere una mujer cuando nos dice:
“Quiero ser la otra, la que nadie ve, mi necesidad de erotismo crece, mi fantasía me lleva por extraños caminos”
Sin embargo no pudo seguir ese camino y fue destruyendo todo lo que la acercaba a él. La insondable enfermedad del alma marcó su derrotero en un oscuro camino hacia el trágico final.
No pidió ayuda, se dejó abatir por la decepción.
Nos despediremos con sus terribles palabras en las cuáles podríamos leer el rechazo hacia lo femenino y su alejamiento de la femineidad como enigma.
“Las mujeres somos vehementes, y por eso inconstantes. El hombre es mil veces mejor organizado; ellos esperan. Cuando un ser femenino desea una cosa vive, agoniza, muere por conseguirla. Y en su cabeza no hay otro pensamiento. Cuando lo consiguen vienen casi inmediatamente el hastío y el desencanto. Nosotras somos locas insaciables de ideales, y uno tras otro, sin descanso ni tregua hasta que la vejez pone término al fuego de la imaginación y de la fantasía…”
A manera de epílogo
Breve reseña de su obra
En Buenos Aires se dedicó a escribir, libre del matrimonio y del encierro en el convento, con el apoyo invalorable de Ruiz Huidobro.
Comenzó colaborando con la revista Nosotros, donde, en su oportunidad también había participado Gabriela Mistral.
Sus bellas “Inquietudes Sentimentales”, tienen su publicación en 1917. Es un conjunto de cincuenta poemas con rasgos surrealistas, y gozó de gran éxito entre los círculos intelectuales de la sociedad bonaerense. Lo mismo ocurrió con su segunda obra, “Los tres cantos”, trabajo en el que exploró el erotismo y la espiritualidad, temas que siempre atormentaron su espíritu. En el año 1918, la encontramos en Madrid. Allí publicó otras dos obras, ampliamente reconocidas por la crítica literaria española: En la Quietud del Mármol y Anuarí. La primera es una elegía de tono lírico, escrita en primera persona, compuesta por 35 fragmentos, con la muerte como motivo central. Anuarí, en tanto, es un homenaje a su fallecido enamorado argentino.
De regreso en Buenos Aires, en 1919, publicó su quinto libro, titulado” Cuentos para hombres que todavía son niños,” en el que evocó su infancia y algunas experiencias íntimas, en narraciones de gran originalidad y fantasía.
Luego continuó viaje por Europa, visitando Londres y París, pero manteniendo siempre residencia en Madrid. No se conocen publicaciones posteriores a las citadas
Fallece en 1921.
Licenciada Adriana Lisondo
Cel: 115 127 8094
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
www.licenciadalisondo.com.ar
Atención presencial y online, por zoom, skype, video llamada
Consultorios en Belgrano y Palermo